HARÍA TODO POR TÍ

de Jorge Fernandez                                                                  [link trad. ital.]

Lo más difícil no ha sido el encierro. Tampoco el temor a que vengan por mí. Lo peor de sobrevivir en estas condiciones es saber que ella ha seguido con su vida como si nada, dejando el pasado en el ayer. ¿Valió la pena mi sacrificio por un mejor futuro para los dos? Me lo pregunto una y otra vez.

Había esperado tanto tiempo una señal y entonces apareció en la revista su poema:

Me iría contigo

Hasta la tierra donde llueve viento

Donde los hombres desentierran futuro

Me iría contigo más allá del horizonte

Escalaría montañas

Te llevaría donde la eternidad congela ríos

Donde el cielo titila tan de cerca

que no hay soledad ni tristeza. 

Somos madera de pueblo

trabajador

Te llevaría a luchar

Por ese mundo mejor

Ven conmigo

Allá cultivaremos amor y esperanza.

Yo le creí.  Y entonces hice lo que había que hacer. Pero después, cuando todo estaba terminado, la vi en la tele llorando con tal sentimiento que dudé. Yo quería que él la dejara libre, que se hiciera a un lado. Primero le hablé. Le dije que nos amábamos. De nada sirvió, creía que tenía un contrato de propiedad irrompible, indisoluble. Insistí con la razón del corazón y respondió con frialdad. ¿Quién es usted? preguntó el insolente. Ya no moleste, dijo. Quedé ahí parado como mirando al sudeste. Me dio mucha rabia, quién se creía que era. Ella me quería a mí, ella aún me quiere.

Pero acá donde estoy escondido ahora me pregunto con quién sueña en las noches y si es otro el que la viste de besos. Seguro se deleita con su piel suave, sus piernas bien formadas. Es otro el que en sus manos aprisiona sus pechos. No soy yo quien la toma por la cintura, tampoco el que baila con ella. Ay de mí, pobre infeliz.  Nunca he sido celoso, pero en las noches comienzo viéndola en el techo, en los vidrios y luego, ya en mi cama, vuelvo a pensar con quien estará.

Quisiera decirle que aún la amo sobre todas las cosas. A veces pienso que no vale la pena seguir escondido. Me arriesgo al todo o nada, una ruleta rusa. Total, qué más puedo perder si es que no la tengo. Entonces pienso: puedo llegar a tenerla, puedo hacer que me ame como la amo. Más, mucho más, más allá del horizonte. Porque ella sabe lo que es el amor, ese que se te mete en la piel y en el pensamiento, que te acompaña como perro fiel y se apodera de ti hasta la locura.

Querida mía, amada mía. Seguiré escondido hasta que se aburran de buscarme. Y luego, cuando todo esto pase, iré hasta ti. Entonces sabrás por fin que comprendí muy bien el mensaje que me mandaste cuando publicaste en la revista tu poesía.

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