BORIC, LA ESPERANZA DE LOS JOVENES EN CHILE

 

di Jorge Fernandez (*)          [link trad. italiano]

 

Chile, cobre, litio y mineral. Con el desierto más árido del mundo y el océano Pacífico bañando sus más de tres mil kilómetros de costa. Chile volcánico, de lagos y ríos, de verdes valles trasversales y bosques milenarios. Chile profundamente telúrico y con olor a vino. Chile país de tradiciones, que se cree mejor para el fútbol de lo que es, que teme a la violencia política, que aún conserva fuertes rasgos de clasismo y racismo, país donde periódicamente hay mujeres maltratadas, donde aún se discute por temas de aborto, de divorcio, del rol del Estado y de la asistencia social en pandemia.

  El país tuvo grandes avances despues de derrotar a la dictadura cívico militar. Pese a ello, las desigualdades siguen enquistadas como peste adherida al alma nacional. Con una atención de salud injusta y discriminatoria; un sistema de pensiones que ha dejado a la mayoría de los adultos mayores en la miseria y a los estudiantes con una deuda impagable en el sistema bancario; con una grave crisis con los pueblos originarios de la Araucanía; con un aumento peligroso del narcotráfico y la delicuencia y, como si fuera poco, una pésima distribución del ingreso.

  Durante estos treinta años prevaleció la idea de que Chile no era un país corrupto. Empresarios, políticos, los altos mandos del Ejército y Carabineros, los alcaldes, demostraron cuán equivocados estábamos. La realidad terminó cayendo sobre los ciudadanos, como el agua fría de los témpanos de nuestro sur que se descongelan por el cambio climático.

  A nivel popular se repite el dicho «No hay mal que dure cien años ni chileno que lo aguante». Aún así, el Estallido Social del 2019 sorprendió al gobierno, a los parlamentarios, a los partidos políticos y parte importante del país. Las gigantescas manifestaciones de repudio al gobierno de Sebastián Piñera y al modelo socioeconómico neoliberal superaron ampliamente las protestas estudiantiles del 2010. El gobierno se sintió seriamente amenazado y la oposición temió por el futuro de la democracia. La solución llegó a través de un acuerdo transversal entre el gobierno y el Congreso, firmado por la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria, que acordó la convocatoria a un plebiscito nacional al año siguiente para definir si se redactaría una nueva constitución política, lo que la derecha había negado a la presidenta Bachelet años antes. El Partido Comunista no participó de ese acuerdo y Gabriel Boric, como líder del Frente Amplio, fue criticado por gente de su partido por hacerlo.

  Pero el electorado dio un inmenso respaldo a la constituyente electa para ese magno trabajo, descartando para dicha tarea a los parlamentarios en ejercicio. Luego votó mayoritariamente por sectores más a la izquierda de la exconcertación, sin historia partidaria. Chile contradictorio siempre.

  Así llegamos a la reciente elección presidencial. Con un presidente que hace ya rato es un pato cojo, donde lo único recatable de su gobierno ha sido el éxito en la vacunación masiva de la población, resultado de su capacidad negociadora y especulador financiero y más aún, de una red de salud pública bien organizada desde mediados del siglo pasado.

  A treinta años de una salida democrática exitosa luego de la dictadura más cruel de su historia, las coaliciones de partidos artífices de esa larga tradición democrática fueron repudiados por un electorado harto de la política tradicional. Esta vez la primera vuelta electoral tuvo siete opciones para escoger quien gobernaría por los próximos cuatro años. Insólitamente, un candidato que nunca volvió al país por estar sentenciado en un juicio de pensión de alimentos obtuvo casi un millón de votos, superando a la candidata de la ex Concertación. La coalición de derecha en el gobierno, fue superada por la extrema derecha. Y un joven exdirigente estudiantil que encabezó las revueltas de hace diez años por cambios sustantivos en la educación, Gabriel Boric, oriundo del extremo austral y apoyado por una coalición de su joven partido con el partido Comunista, pasó a segunda vuelta para enfrentarse al candidato de extrema derecha José Antonio Kast.

  Es decir sin matices. Los dos extremos frente a frente.

  A la derecha gobiernista le costó muy poco alinearse tras las banderas del líder de los Republicanos. Solo su candidato perdedor se mantuvo a una cierta distancia. Sebastián Sichel no estaba dispuesto a acompañar a Kast y al final se vio obligado a darle un tibio apoyo. El «papito corazón» -así le dice el pueblo a los padres que no pagan la mantención de sus hijos- Franco Parisi dio su apoyo a Kast, pero no logró traspasarle sus votos y parte importante de su millón de votos se fue a Boric.

El discurso de ambos candidatos en a la segunda vuelta giró hacia el centro. En el caso de Gabriel Boric, sin renunciar a sus convicciones económicas y sociales, de participación y respeto a los derechos humanos y a la autonomía del poder judicial. El candidato recibió el apoyo explícito de los expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, además de la presidenta de la Democracia Cristiana Carmen Frei y de los demás partidos de la exconcertación. Esta vez fue diferente a lo que sucedió la elección pasada cuando Beatriz Sánchez, la candidata del Frente Amplio que perdió en primera vuelta hace cuatro años, negó casi hasta el final su apoyo a Alejandro Guillier, permitiendo así la segunda victoria de Piñera. El que también aprendió la lección fue Marcos Enríquez Ominami, también candidato presidencial en primera vuelta, que esta vez no restó su apoyo a Boric como sí lo hizo con Frei en la primera elección en que resultó ganador Sebastián Piñera.

  Es decir, desde la centro izquierda el llamado fue uno solo. Solo Gabriel Boric podía apoyar el proceso constitucional en gestación y poner fín a los grandes temas que producen escozor desde hace tantos años, por el modelo neoliberal en aplicación.

 

  El pueblo chileno escuchó el llamado y un millón doscientos mil personas más que en la primera vuelta acudieron a las urnas.

  El candidato ganador Gabriel Boric tiene varios records a su haber: ser el Presidente más joven en la historia del país y haber sido elegido con la mayor cantidad de votos. También, por primera vez desde que se instauró el balotaje, fue triunfador después de que salió segundo en la primera vuelta. Para esto fue clave conseguir que acudieran a votar más personas, sobre todo los jóvenes en las grandes ciudades, y la votación de las mujeres.

  La Región Metropolitana de Santiago dio un amplio triunfo a Boric, a pesar de los sectores de altos ingresos que, concentrados en los barrios cordilleranos como si vivieran en un apartheid voluntario, votaron masivamente por el ultraconservador Kast.

  Con todo, en este Chile tan especial nada cambia demasiado. En el plebiscito de 1988 que logró terminar con la dictadura un 44,01% de los electores votaron por el SI, o sea continuar con Pinochet en el poder. El plebiscito lo ganó el NO con un 55,99%, casi el mismo resultado de ahora entre Gabriel Boric y J.A. Kast.

A partir de este momento el presidente electo deberá usar al máximo todas sus capacidades dialogantes para obtener los apoyos necesarios en un parlamento prácticamente empatado.. También deberá enfrentar la cruda realidad de la macrozona de la Araucanía, donde siguen operando grupo violentistas que ya declararon que ya sea con Piñera o Boric ellos seguirán quemando casas, vehículos y equipos forestales.

Por ahora el joven Gabriel Boric luce una frondosa cabellera ausente de canas. Veremos en cuatro años más.

 

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(*)  Jorge Fernandez Correa, ha sido Director del periódico de 'La Nación', de Santiago de Chile. Experto en comunicación ha desarrollado funciones gestiónales y de formación en las Naciones Unidas y en muchas otras instituciones, públicas y privadas, chilenas. Periodista independiente es, actualmente, sobre todo escritor de numerosas novelas. 

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